sábado, 28 de febrero de 2009

Iniciando una Nueva Etapa en lo Laboral

Primero que todo, perdonen lo poco que he actualizado, estimados/as Bloggers y habitués. Han pasado tantas cosas por mi cabeza que sólo quisiera descansar y pasar los fines de semana con mi Caballero Andante (quien ya lo divulgó en su blog). Y quiero reconocer que él, mi querido Luis Alejandro, es la razón por la que escribí el post anterior, el del romanticismo perdido (y de por qué recién en 2009 escribo algo alusivo a Febrero 14, a diferencia de 2007 y 2008).

Lo sé, aunque soy algo reacia a contar sobre mi vida personal, esto es para que no les quepan dudas sobre Carrie Kasabian (o Carola, o como quieran llamarme) y lo que pasa fuera de Blogger. Ahora estoy a punto de iniciar una nueva etapa, tras un mes y tanto de vacaciones post-estudios. En la primera semana de Marzo comienzo a trabajar en una peluquería de Providencia, algo pequeño el lugar, pero bien acogedor.

¿Y cómo se dio esto? En la tercera semana de Febrero, me llama una ex-compañera del instituto. Me avisa de que en el salón donde trabaja hace falta una estilista, por lo de la afluencia de público. Después de pensarla, acepto. Visito el lugar, me parece agradable, además de tener a dos personas que ya conozco. Ya con las averiguaciones listas, parto el lunes 23 a hacer trámites (en Impuestos Internos) y a sacar mis boletas de honorarios que me tendrán listas una semana después de pedirlas.

Mi vida laboral no dejará mucho tiempo para escribir en mis tres blogs (pronto les haré saber mi horario oficial, para que se hagan una idea). Puede que algún cambio significante se venga este 2009 con esta tríada bloggera de Carrie Kasabian. Si no ven mucha actualización en esta casa matriz, lo anteriormente expuesto es la razón principal. Igual no dejaré de aparecer como DJ Empire en el Museo del One Hit Wonder (viernes por medio, me toca el 6 de Marzo el siguiente post, con un OHW británico-noventero).

Por mientras, sólo espero cumplir mi primera semana de trabajo y evaluar mi situación de bloggera para que se consideren informados/as. Dentro de todo, Blogger es mi hogar virtual y mi principal medio de expresión.

sábado, 14 de febrero de 2009

Recuperando el Romanticismo Perdido

Hace más de una década, mientras cursaba Octavo Básico, me tocó leer un cuento llamado El Ruiseñor y la Rosa. A esa edad aún no comprendía esto, pero con los años supe interpretar la historia a través de ese cuento. Resumiendo el argumento, es más o menos así...

Un joven estudiante se acaba de enterar que una joven acomodada (léase condesa o algún título similar), va a dar un baile de salón junto al primer varón que le regale una rosa roja. El Estudiante quiere bailar con la doncella, pero en su jardín no hay rosas rojas, sólo un rosal blanco, uno amarillo y otro que no volvió a florecer (que antes era rojo). Escucha este drama un Ruiseñor que realmente le quiere conceder ese deseo, ¿pero cómo? Le pide ayuda a los rosales, consiguiendo sólo la aceptación del rosal sin flores. Éste le concede la ayuda al avecita, pero bajo una condición: que cante toda la noche con su pecho clavado en una espina del rosal, para que su sangre tiña de rojo la rosa que el estudiante desea. El sacrificio dura toda esa noche, hasta que la rosa se tiñó de un rojo intenso y el Ruiseñor cantó su última nota. De ahí, su pequeño cuerpo no dio más y cayó al suelo. El Estudiante toma la rosa, se la lleva a la jovencita, pero he ahí la desilusión: ella le acaba de decir que un Galán igual de acomodado la sacará a bailar, pero que en vez de una flor le traerá joyas muy caras y lujosas. Enfadado de la ingratitud que muestra la joven, el Estudiante lanza lejos la rosa y se encierra en su habitación a estudiar. Ya no quiere creer más en el amor.

El cuento puede tener más de una interpretación: ¿Habrá sido feliz la jovencita con el galán ricachón? ¿Se habrá burlado ella del pobre Estudiante que pensaba hacerla feliz con una rosa roja (onda "aaah, qué iluso")? ¿Importa más la honestidad o la simple fachada? Más allá de que exista un Ruiseñor dispuesto a entregar una rosa roja, un gesto de sencillez presente en el romanticismo.

Lo cierto es que esos tres personajes aún coexisten en la actualidad. Partamos por el personaje 1, el enamorado o enamorada (el Estudiante del cuento), que tiene ojos para una persona en especial. Suele suceder que esa otra persona no le toma en cuenta, porque ya encontró el amor en otro ser, al igual que en el cuento. Pero este personaje 1 puede seguir sufriendo por un amor no correspondido (o más de uno), resignarse a la soledad o tener esperanzas de que esta vez sí puede resultar.

El segundo personaje en escena es el objeto del amor (la Doncella), esa persona que es motivo de admiración por parte del antes mencionado. En el peor de los casos, no toma en cuenta al personaje 1, por varias razones: a) no lo quiere, b) no cree en lo espiritual, c) le parece poco fascinante esa persona, d) realmente busca otro interés o e) cualquier otro factor. En un plano más positivo, podría iniciar con el 1 una bella historia de amor (hasta donde les dure, nunca se sabe).

El tercer individuo en escena es quien abre la disyuntiva (el Galán). Se sabe una persona ganadora, hace alarde de su situación, pero no necesariamente le promete al personaje 2 el verdadero amor. Es más, hasta se puede ir con otra persona después de seducir al 2. En otro escenario, puede resultar una disputa entre el 1 y el 3 por el amor del segundo en escena, dando pie a una disyuntiva que terminará cuando el 2 tome una decisión.

Pero más allá de esos tres personajes, en el amor hay equívocos, segundas oportunidades, decisiones tajantes, indiferencia y búsqueda del real sentimiento, entre otros factores. Aunque este noble sentimiento al que hace mención esta fecha se ha desvirtuado por lo comercial e incluso por los estereotipados personajes de telenovelas, cuando existe real amor entre dos personas (sean novios/as, marido y mujer, parejas heterosexuales, gays o lesbianas), es una grata bendición. No es necesario que exista un 14 de Febrero para demostrar lo mucho que se quieren. Siempre habrá alguien dispuesto/a a agradecer la simpleza de un gesto amoroso, incluso una rosa roja, en este mundo.

lunes, 9 de febrero de 2009

Hasta Siempre, Pin Pon

La noche del 6 de Febrero escuché la lamentable noticia de que Jorge Guerra, el actor que interpreta al personaje de Pin Pon, había fallecido. Llevaba una semana internado en el Hospital Barros Luco, producto de complicaciones derivadas de un infarto cardíaco. Tenía 66 años cuando su corazón dijo ya no más.

Poco después, revisé un capítulo del programa ExpedienTV de TVN, que repiten los sábados en la tarde, dedicado a programas infantiles (desde La Cafetera Voladora hasta 31 Minutos). Justamente, ese capítulo lo revisaron en honor a Jorge Guerra, quien había sido entrevistado para tal ocasión en el programa (emitido por primera vez el 2005), recordando el nacimiento y los momentos estelares de Pin Pon, el personaje que lo consagró. Aquel personaje que acompañó a más de tres generaciones, desde 1965 hasta 1994, para educarles con hábitos, valores y principios, al son de canciones melódicas y fáciles de aprender.

Sin duda, Jorge Guerra fue un grande de la actuación, quien formó una familia actoral de excelencia: fue esposo de Gloria Munchmeyer y padre de Catalina Guerra (de ese mismo matrimonio). Tras enfrentar el exilio en 1974 (debido a participar en actos del gobierno de Salvador Allende), desarrolló su carrera de actor y profesor en Ecuador y Cuba. Regresó a Chile en 1990, junto con el retorno a la democracia, dejando en claro que nunca estuvo inactivo.

Apenas habían pasado cinco días desde que Yoya Martínez, la recordada señora Hildita de Los Venegas, había fallecido (1 de Febrero). A ese deceso le siguió el del actor que inspira esta columna, otro más que dio tantas alegrías a todo Chile (al igual que Yoya). Y en el momento de su funeral, uno de los momentos más emotivos corrió por cuenta de Valentín Trujillo, el tío Valentín, dirigiendo desde su piano un multitudinario coro que cantó el tema del muñeco de algodón.

Para finalizar, no queda el último adiós, sino más bien decir... Hasta Siempre, Pin Pon.